Señora… Quien sabe las veces que me he preguntado por qué. Por qué la quiero, si nunca la conocí. Por qué la respeto. Por qué la lloro. Por qué la rezo.
Señora…
Mil veces mi razón ha luchado contra ese sentimiento que llamamos fe. Y mil veces me ha tentado a huirla. Quinientas lo ha conseguido. Otras quinientas he vuelto a Usted.
Señora… Cada Viernes Santo, por la noche, camino las calles. Y sólo un sentimiento me guía. La busco. Deseo verla izada en hombros. Cómo la bailan. Cómo le cantan con una voz rasgada que sale del alma.
No sé si creo o dejo de creer. No sé si existió. Si lloró la muerte de un hijo. Si tembló de rabia y de dolor ante la injusticia. Sólo sé que quiero creer en Usted. Que en Usted confío. Y que, cada año, cada Viernes Santo, salgo a buscarla. Si eso es la fe, Señora, tengo fe.