De una pieza me quedo. Que la revista SEMANA lleve a su portada las lágrimas de Carmen Borrego me hacen pensar que algo gordo pasa. ¿Pero qué puede suceder? ¡Oh my god! ¡Qué sinvivir tan asfixiante!
Pues nada. Compro la revista con el corazón en un puño y busco rauda la página en cuestión que me aporte más información al respecto. No tardo mucho. Sólo tengo que pasar una.
¿Y qué me encuentro? Que la amargura de sus lágrimas, cual dolorosa penitente, se debe a la separación, momentánea, de su marido. Y no, no me refiero a un cese temporal de la convivencia matrimonial. Si no a que la hija menor (he tenido que buscar en Google) de María Teresa marcha a grabar, junto a su madre, su hermana Terelu y Bigote Arrocet, el programa Las Campos. ¿Cuánto tiempo para generar tal estado de amargura? ¿Un año? ¿Dos, quizá? No, querido mío. ¡Una semanaza! Así, con sus siete días y sus siete noches.
¿Y dónde? Pues a Buenos Aires y Santiago de Chile. ¡Buf! ¡Qué pesar! ¡Hala! Ahí visitando mundo, con Edmundo. Y es que el humorista se suma al reality, que parece ser que no tiene la audiencia deseada, y les va a hacer de guía por su patria (Argentina) y Chile, donde vivió tantos años.
¡Qué lástima de trabajo, oye! No me extraña que llore. En el viaje anterior se llevó a su churri para que le acompañara en tan arduo trabajo por New York y Miami, y en esta ocasión le ha sustituido Bigote, que encima cobra una pasta. ¡Luego se extraña el personal de que haya rencillas con su madre y su hermana! ¡No hay derecho!
Pero bueno, luego miro el estilismo de la Campos, madre, y se me pasa el enfado. Nada mejor que combinar jersey floreado, con pantalón de pata de gallo y abrigo de espiga. ¡Qué maravilla de mezcolanza! Qué ménage à trois de telas. ¡Qué regocijo!
Los Goya
De los Goya… como que paso. Me da perezaca. Sólo destacar el tremebundo estilismo de Cristina Cifuentes, porque casi me sale un orzuelo al mirar esas mangas propias de la mismísima Amidala, reina de Naboo en Star Wars. ¡Madre del amor hermoso! A Devota & Lomba deberían ponerle una multa por tal diseño.
Y un olé a Macarena Gómez, mujer del “pelocho” en “La que se avecina” y tan extravagante siempre pero tan acertada esta vez. Otra cosa era su marido, Aldo Comas. ¡Virgen de la Caridad del Cobre! Con un bogavante bordado en su chaqué, diseño de Avellaneda y que dicen que estaba inspirado en Dalí pero que a mí me parece que es un claro homenaje al “rancio” de Mariscos Recio.
Que Pablo López tiene nueva novia nos llena de satisfacción. Semejante artista (a la jefa y a mí nos gusta mucho, mucho) merece compartir su arte con alguien que le haga feliz. La afortunada es una joven llamada Claudia Nieto que es hija del periodista de Tele Madrid, Julio Nieto. Monísima. ¡Pues nada, chicos, que dure la cosa!
Y de repente me “encuenentro” con Carmen Lomana, más Lomanísima que nunca, que ha sido operada de un quiste en el riñón. Tan linda, tan elegante, tan ella, tan glamourosa que nos hacemos de cruces al ver que ha sido operada en una clínica ¡de la Seguridad Social! ¡Albricias! ¿Qué me estás contando? ¿Lomana mezclada con el populacho? Nunca dejará de sorprendernos. Y fue ella misma quien en su cuenta de instagram publicó una fotografía dando la noticia de su operación. ¡Qué maja, oye! Y defendiendo la Sanidad pública.
Salto hasta encontrar una foto de la Pantoja madre haciendo honor a su famosa frase de “dientes, dientes”. Y es que… ¡qué dentadura!, querida. Imagino al bueno de Juanito Valderrama cantando aquello de “tengo que hacer un rosario con tus dientes de marfil”, (vaya gore era el hombre que quería dejar a su chica mocha para recordarla en su estancia como emigrante lejos de España) ¡qué letras, oye! Pero bueno, al caso, que lo de la dentadura de Isabel Pantoja es como tener una sonrisa de hormigón armado. Que cosa más perfecta y más fea a la vez. Le damos, eso sí, la enhorabuena por su reciente “abuelidad”. Y yo me digo: parece mentira que la misma mujer que sale al escenario, tan elegante y tan divina, sea la misma que viste y calza por la calle. Que me la encuentro y le doy un duro.
Luego la publicación nos presenta a la nueva novia de Gonzalo Miró. ¡Me importa!
Y así termino la revista. Con un no sé qué qué sé yo que me voy. ¡Aaaaay! ¡No hay que lloraaaaar, que la vida es un carnaval y las penas se van cantandoooooo!