Aquello que un ascensor une…

No puedo resistirme. Tengo que contar lo que me ha pasado esta misma mañana. Resulta que después de hacer la compra, hoy, en mi día de descanso, regresaba tranquilamente a casa y, vaga de mí, cogí el ascensor.

Allí estaba también mi vecina del sexto. Tras el ¡muy buenas! correspondiente entramos las dos a tan chiquitito habitáculo.

¿Qué pasó? Pues que se nos paró entre la segunda y la tercera planta. ¡Una juerga, vamos! Después de unos momentos de tensión claustrofóbica, y dado que tenía la revista HOLA entre mis manos, ¿qué mejor que hablar de la segunda parte de la boda de Kiko e Irene? Pues nada!!!

No hay nada que calme los nervios mejor. Ni el tiempo. Ni la vecina loca que nos trae ídem con su pianito, ni los ladridos del perro del del primero… Nada es más importante.

Así que ahí me tienes con Aurora (le he pedido permiso para citarla, que ya sabemos cómo está esto) cotilleando dentro de un ascensor parado esperando a que llegara nuestro salvador y nos abriera la puerta.

hola¡Qué me gusta Cayetano Rivera! Me espeta la buena de mi vecina. ¡Toma, y a mí! No se puede ser más guapo. Y ¡esa voz! ¿qué me dices de la voz? A mí me llama «vacaburra» al oído, en un susurro, muy bajito, rozándome la oreja y me sabe a gloria bendita. ¡Vamos que se me caen los palos del sombrajo! (Esto lo dije yo, que Aurora es muy fina) Y es que aparece en portada el susodicho hombretón en pose híper divertida bajo la feliz sonrisa de sus hermanos y sus parejas.

Y esa Eva González… que me la como viva. ¡No me puede caer mejor, la chiquilla! Me encanta esta pareja. No me importaría irme de cañas con ella, le digo a mi vecina. Y asintió. ¡Vaya si asintió!

¡Ay que mona Irene con su segundo vestido! Pues sí. Un vestido de novia de corte sirena que le favorecía tela. Pero fue pasar dos páginas y el rostro de Aurora cambió: ¡Chchchch! (negando con la cabeza) Esto no me gusta nada.

Se refería a Chabelita que posa junto a su Alejandro con un nuevo vestido, algo atrevido para nuestro gusto, enseñando un poco del bajo-pecho que no le favorecía ni un poquito, pero en fín. Ante los gustos…

¡Aaaaayyyy! ¡Que la Boyo y su hija también se cambiaron de vestido! ¡Y Anabel Pantoja! Toma nota, Aurora, (le dije) La próxima boda que tengas hay que cambiarse al menos dos veces para que no se diga.

Autóctono

Y después de otra serie de comentarios que no me atrevo a reproducir, seguimos viendo la revista. Y es que aparecen los recién casados posando en el primer destino de su “honey moon”. Y ahí están tan majetes ellos en las arenas del desierto de Dubái. Y leemos unas declaraciones del hijo de la Pantoja: “Una de las cosas más graciosas que me han pasado es que me confundieron con un autóctono”.

¿Ehhhhh? ¿Mandeeeee? ¿Que Kiko ha dicho AUTÓCTONO? No me lo creo ni de coña. Habrá dicho “moro”. O “árabe” a lo sumo. ¿Pero autóctono? No me pega a mí.

Y aquí mi vecina Aurora, ya casi amiga, que ya sabemos que los cotilleos unen mucho, nos partimos de risa. ¡Oye! ¡Había que rebajar tensiones que el encierro se estaba alargando.

La voz de nuestro salvador fue como un consomé calentito cuando estás pelao de frío. ¡Qué alegría por Dios! Así que ya no seguimos viendo la revista y pusimos toda nuestra atención en la maniobra de rescate.

Cuando por fin se abrió la puerta Aurora y yo nos dimos dos besos, y entre risas dijimos que esto había que repetirlo (sin ascensor de por medio, claro)

Y ¡oye! Que hemos quedado todas las semanas, una en mi casa, otra en la suya, para comentar las revistas. ¡No hay lazo más fuerte que el del miedo, el aburrimiento y el cotilleo! Lo que un ascensor estropeado y HOLA han unido que no lo separe el hombre. ¡Amén!

David Beckham, el cazador

Por cierto. Al llegar a casa releí la revista. Y es que David Beckham aparece pasando una agradable jornada de caza en casa de Guy Ritchie (exmarido de Madonna)

¡Cómo va ese hombre vestido! Madre del amor hermoso. Tenía que ver cómo visten los cazadores del pueblo de mi madre. Cualquier parecido es pura coincidencia. Y es que para todo hay que tener glamour (sea o no partidaria de la caza, que ese es otro charco en el que no me pienso meter) Y perdónenme mis queridos cazadores amigos de madre. Pero es que… nada que ver. ¡Y ya sé lo que me van a decir!: ¡Con buena polla bien se folla, majaza! Y oye. Ahí yo me coso la boca. (Perdoncito por las palabras, pero es que el refrán es así, y así me lo dirían. Pero como una es muy “fisna” lo suavizaré un poquito, que luego la dueña de esta casa me echa unas broncas… que para qué. Allá va: ¡Con buen aparato reproductor masculino bien se hace el acto sexual! ¡Ea!)

Los bellos italianos desconocidos

Y vuelvo a fijarme en una boda estupendísima de la muerte en un paraje de ensueño, invitados monísimos, tarta de espectáculo y no sé qué cuantas cosas más bonitisimísimas. Y yo me pregunto: Y estos ¿quiénes son? Si no conozco ni de refilón a ninguno.

Ay inculta mía, me digo a mí misma. Es la boda de la hija de Carlo Orsi, uno de los anticuarios más importantes del mundo.

¡Ahora ya!

¿Ahora ya? Pues sigo sin tener ni idea.

A mí, que Virginia Orsi se case con Giacomo Pezzotta, pues me colma de alegría pero como que me la trae un poco al pairo.

Que sí, que agradezco mucho las imágenes de la felicidad y la elegancia de la boda pero que… vamos que ni me va ni me viene. Más bien… se me va. Como el agua que se escurre entre mis manos… se me va… como el aire que no puedo sujetarlo, como el tiempo que implacable va pasando…

¡Y así cantando por Bambino me voy yo!

Hasta más ver, queridos.

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