Víctor Manuel y Villanueva del Conde

 

Con motivo del 50 aniversario de la alternativa de mi padre, Víctor Manuel Martín, la Comisión de Festejos de Villanueva del Conde quiso tributarle un cariñoso recuerdo al hombre que, un buen día, decidió comprar una casa en este precioso pueblo de la Sierra de Francia, en Salamanca.

Así, plasmaron esta historia en su libro de Fiestas del pasado agosto.

Y yo… llena de orgullo, transcribo el escrito.


El 29 de junio de 2017 se cumplieron 50 años de la alternativa de Víctor Manuel Martín. Fue en la Monumental de Barcelona, teniendo como padrino a Paco Camino y como testigo a Manuel Benítez “El Cordobés”.

Mucho ha llovido desde entonces. Mucho camino recorrido. Mucha historia de una vida cuajada de éxitos, desengaños, alegrías, dificultades y triunfos.
Víctor Manuel Martín no es de Villanueva de Conde. Nació en Cubo del Vino, en la provincia de Zamora, pero algo muy fuerte, un sentimiento desde muy adentro, le une a este pueblo serrano.

Estando en activo, allá por el año 82, toreó en Sequeros. Desde entonces se enamoró de esta Sierra. Un buen día vio un anuncio en el periódico. Se vendía casa en Villanueva del Conde. Con su mujer, Julia, y su hija Arancha, se embarcó en la aventura de adquirir una vivienda para restaurarla por completo. Con sus propias manos.

 

Pero no estuvieron solos. Desde el principio contaron la amistad de sus vecinos, los de la Calle Abajo, como Tere y Né o Kiki y Mingo que se volcaron en recibir con los brazos abiertos a aquellos forasteros.

Enseguida surgió la amistad con Tino y Flori. Aquellas meriendas en las bodegas donde todo eran risas y alegría. Diversión sana. Sin dobles caras ni complicaciones.

Las conversaciones con Juli, en su bar: ¡Cuántas veces lo recuerda!

Las temporadas de verano en las que llevaba los caballos hasta el pueblo. O a Marzo, el perro torero que saltó a la plaza el día del toro.

En esas calles Víctor Manuel vio a sus suegros, Feli y Juan, ser felices. Cuando ir a Villanueva, con la antigua carretera, no era tan sencillo como ahora. Y se tardaba tanto. Vio a su hija crecer y bailar su primer lento en el “solano” ante sus irremediables celos. Su niña se estaba haciendo mujer.

En el salón de su casa, con aquella chimenea de piedra, se celebraban las navidades más familiares y entrañables que jamás se han vuelto a repetir. Y en su huerto, el que lindaba con el de Ramón y Luisi, por un lado; y el del “abuelo”, como a él le gustaba llamarlo, por el otro; se han celebrado reuniones que unieron lazos que permanecerán por siempre.

Luego llegó la época más “política” y su colaboración formando equipo de Gobierno en el Ayuntamiento junto a Tino. De aquellas jornadas guarda un cariño muy especial porque entre decisiones y discusiones conoció a alguien que se convirtió poco a poco y a base de cariño, respeto y admiración en uno más de la familia. Porque Laureano no es de la misma sangre… pero como si lo fuera.

A lo largo de los años Villanueva del Conde se convirtió en el pequeño paraíso de “El torero”. En su lugar de descanso. En el encuentro con amigos. Para Víctor Manuel era “su pueblo”. Por eso, cuando por circunstancias de la vida tuvo que vender su casa fue un momento muy difícil para la familia. Necesario, pero muy difícil. Pese a vender aquel lugar que habían construido con tanto amor continuaron ligados al pueblo. Y no era extraño verlos comer en el bar de Jose y Josefi cualquier fin de semana de invierno. O en Las Madras. O en las meriendas que organizaba Laureano en la bodega junto a Jose y Villi.
¡Cuánto cariño ¡Cuántos buenos momentos!

Y todavía hoy, cuando pasa por la calle Abajo, y ve la fachada de la que fue su casa, con el toro y el caballo, un escalofrío le recorre el cuerpo. Si será importante su pueblo que cuando nació su nieto, el pequeño Víctor Manuel, lo presentaron ante la Virgen de la Peña de Francia y le enseñaron Villanueva, el lugar donde toda la familia fue tan feliz. El pueblo que lo acogió y que forma parte de su historia.

Gracias a todas sus gentes por hacerlo posible.

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