Diez años

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De noche miro al cielo y os recuerdo. Porque sé que estaréis mirando las mismas estrellas que yo estoy viendo. La luna es la misma. Y nos observa cariñosa como queriendo tender sus brazos y formar una cadena entre mi Salamanca y el lugar que ahora es mi hogar.

Y sonrío. Porque sé que, aun a miles de kilómetros de distancia, estáis ahí. Sonriendo a esa luna convertida en nuestra cómplice.

No está siendo fácil. Si dijera que sí… mentiría. Esta aventura de vida tiene momentos para venirse abajo. Para pensar si habremos hecho bien. Si la elección es la acertada. O no.

Pero luego miro a mi becerrito y descubro la felicidad en su mirada. Se ha adaptado perfectamente. Está encantado con sus nuevos amigos, con su colegio, con su nueva vida.

Y miro a mi compañero de vida… y me devuelve una mirada de ilusión, de compromiso, de agradecimiento, de responsabilidad y de felicidad que jamás le había visto.

Esta aventura es un sueño cumplido. Una oportunidad de oro para el futuro de nuestro hijo. Una portera gigante abierta a un campo en el que no se llegan a ver los límites.

Aniversario

Hoy, hace diez años, estábamos a punto de celebrar la “preboda”, con aquella preciosa alborada en La Alberca. Diez años.

Una década en la que hemos aprendido a entendernos sin mirarnos. A comprendernos sin hablar. A superar nuestros defectos y valorarnos. Y, además, contando con la incómoda e impertinente compañera de viaje que, porque le dio la real gana, decidió viajar con nosotros, de por vida, complicándolo todo: la esclerosis múltiple.

El otro día, en el que la fatiga no me dejaba ni levantar un brazo, y el dolor de espalda provocaba que no dejara de llorar me dijo:

“En esta familia nadie hemos elegido a la Esclerosis Múltiple. Tú no, por supuesto. Y tampoco nosotros. Pero yo sí te he elegido a ti… y de nosotros depende que sea o no un obstáculo para nuestra felicidad y la de nuestro hijo. No dejes que venza. No dejes que te gane”.

Así que me sequé las lágrimas, me dije: “se acabó la tristeza”, y sonreí. Y disfruté de las torpes palabras en inglés que chapurreo. De que mi niño me llame mommy y de que hasta Bubu esté aprendiendo a ladrar en inglés a un gato vecino canalla que lo acosa con su lento pasear gatuno y graciosamente provocador.

¿Echo de menos mi tierra y mi gente? Por supuesto. Pero echo la vista atrás… y me veo en aquel balcón de “La Catedral” de La Alberca, cubierto de flores. Con las esperanzas de una vida hermosa por delante. De muchos sueños por compartir. Tanto por realizar. Tanto por explorar. Y… me encanta. Porque, aunque la dureza del camino muchas veces nos haga temblar de miedo… volvería a repetir cada paso. Cada vivencia. Cada segundo vivido.

Hemos creado una familia preciosa. Y sabemos que no estamos solos. Que los nuestros continúan confiando en nosotros. Y no existen fronteras, kilómetros o barreras que puedan separarnos.

Gracias

Gracias a todos los que forman parte de mi vida. Los que se preocupan. Los que están. Los que permanecen. Gracias al cariño que recibo a diario. Y mención especial a Silvia y a Sergio que comparten este nuevo reto de vivir en UK y nos dan alegría, confianza, seguridad y apoyo constante.

Gracias Raúl por estos diez años de fáciles complicaciones y complicadas facilidades que forman nuestro día a día. Gracias por elegirme. Y seguir haciéndolo.

Formamos un gran equipo. Y por eso… y sólo por TODO esto… no puedo ser más feliz.

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