Miedo

¡Tengo miedo, torero, tengo miedo!

Y tú ¿tienes miedo? Miedo a estar solo en la habitación de un hotel. Miedo a enfundarte un vestido de luces. Miedo a dejar que te aten los machos.

¿Qué es para ti el miedo, matador? Cuando vas en tu coche hacia la plaza de toros, con los tuyos, que sienten lo mismo que tú. Cuando entras por la puerta de atrás en una plaza de toros soñando con atravesar la que está justo en frente. Cuando pisas el albero. Cuando oyes el runrún de la gente. Cuando abres el capote.

Una tarde de toros puede ser muchas cosas. Espectáculo, arte, forma de pasar el tiempo, de gastar el dinero, de que te vean los paisanos, de sentir emoción, de mascar la tragedia, de sentir miedo.

Una tarde de toros, cada tarde de toros es un milagro. Porque un hombre vence. Vence a su orgullo de ser protagonista de la profesión más pura. Vence al animal que, lejos de ser un enemigo, se convierte en el artífice del triunfo. O quizás en el culpable de que el miedo venza y gane.

Tú torero, sientes miedo. Pero no miedo a la muerte, que ése lo sentimos todos. Tú, torero, tienes miedo a no triunfar, a no lograr tus deseos, a no vencerte a ti mismo. Miedo a la indiferencia. A la responsabilidad. Miedo al miedo.

Cuando un pitón te roza amenazante los muslos. Cuando has realizado un gran esfuerzo ante la cara de un toro y escuchas silencio como trofeo. Cuando has soñado con la gloria y has de enfrentarte a un toro negro ante 200 personas en un pueblo perdido de la mano de Dios. Y el miedo es el mismo. Y la responsabilidad, la misma. Porque la tragedia puede convertirse en luto, el luto en historia y la historia…. en leyenda.

Muchos dicen que los toreros están hechos de otra carne. Porque sanan más rápido y porque el dolor carnal se convierte en triunfo personal. Cierto que están hechos de una materia especial que en parte les convierte en locos. Unos locos que perderían la vida por amor a una profesión. Pero no es sólo eso. A los toreros les puede más ese orgullo por volver a ponerse delante. Esa lucha contra la adversidad. Ese vencer al miedo que consigue que la carne sane, que el dolor disminuya y que el sufrimiento se amortigüe.

¡Siento celos torero, siento celos! Porque mi miedo no es tu mismo miedo. Porque en mis temores no corre el arte que corre por los tuyos. Tú y yo somos mortales, matador. Pero te envidio. Porque tú eres artista. Y yo…. yo sólo tengo miedo.

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